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Hotel California, un hit de Eagles cargado de controversias y mensajes encriptados

ESTADOS UNIDOS, Yahoo/Noticias.- “Hotel California” es una de esas canciones de las que se ha dicho de todo. El mayor éxito de la carrera de los Eagles, un clásico de las FM y el tema de la banda que por lejos tiene hoy más reproducciones en Spotify (supera las 650 millones) es apenas un capítulo -el más difundido y celebrado, eso sí- de una narración mayor condensada en varios tracks del disco homónimo, considerado casi unánimemente como el mejor de su extensa trayectoria.

Los Eagles grabaron ese disco en un período de cambios importantes: fue el primero sin Bernie Leadon, responsable del sabor country de su música, y con Joe Walsh en la guitarra, lo que sumó un acento más rockero; también tuvo un protagonismo decisivo de Don Henley, baterista, cantante y autor del hit más poderoso y perdurable del grupo.

Henley desarrolló en las seis canciones en las que aparece su firma (sobre un total de nueve del disco) una historia fragmentada de una ciudad instalada en el imaginario colectivo como un paraíso soleado, pero también llena de sombras y neurosis. La California de Henley está cargada de lujos y vidas disipadas, de excesos problemáticos y decepciones y la canción “Hotel California”, en particular, tiene esa misma naturaleza: bajo una superficie amable sobrevive un discurso en voz baja que siempre despertó la fantasía del mensaje encriptado.

La primera anomalía del tema tiene que ver con su propia estructura: las canciones de esa época que estaban pensadas para sonar en la radio americana (y esta sin duda era una) tenían que durar tres minutos y medio como máximo, con una introducción que no superara los treinta segundos. “Hotel California” dura seis minutos y medio, tiene una intro de cincuenta segundos y un solo de guitarra de dos minutos.

Pero las discusiones más entretenidas están sin dudas relacionadas con las interpretaciones muchas veces rebuscadas de una letra de apariencia simple. La canción habla de un hotel que primero atrae a sus clientes con sus encantos terrenales (“puede ser el cielo, o puede ser el infierno”) y luego los atrapa para siempre, una alegoría sobre la vida de excesos de las estrellas del rock en Los Ángeles (alcohol, drogas, promiscuidad sexual) encerradas en una lógica de hedonismo salvaje. Es probable que ese enfoque moralista es el que haya provocado las siempre disponibles “lecturas satánicas” del tema. Primero se dijo que el éxito en los charts fue producto de un pacto con el Diablo y que la letra era un homenaje a Lucifer. Después que era un guiño claro a la Iglesia de Satán, fundada en un edificio de una calle llamada California.

En cuanto al tema de las alusiones a las drogas, el verso “warm smell of colitas” sí parece inspirado por la marihuana: “colitas” es un sinónimo de lo que en la jerga argentina se conoce como “tuca” y hay otra frase de la canción -“my sight grew dim” (“la vista se me nubló”)- que sintoniza esa misma frecuencia. Se sabe que Henley también estaba muy enganchado con la cocaína en la época en la que compuso el tema, a mediados de los 70, cuando el sueño hippie ya había sido rematado y muchos protagonistas de la contracultura empezaban un ejercicio de auto-observación por lo general teñido de culpa, ironía y crueldad.

Lo cierto es que por alguna razón difícil de especificar, “Hotel California” produce esa sensación de ambigüedad que transmiten algunas películas de David Lynch, en las que un lugar en apariencia apacible y placentero termina revelando con el paso del tiempo una cara oculta demoníaca. Si bien Henley dejó de hablar del asunto, agotado por la catarata de especulaciones, alguna vez explicó brevemente que en verdad la canción metaforiza los altísimos niveles de codicia en la industria musical y las trampas montadas para seducir a los jóvenes rockeros que eran su combustible principal. “Habla del lado débil y oscuro del sueño americano. Es un viaje de la inocencia a la experiencia”, sintetizó el autor. Y hay líneas que realmente avalan ese sentido crítico: “You can check-out any time you like, but you can never leave!” (“Podés pagar la cuenta en cualquier momento, ¡pero nunca podés salir!”) es quizás la más elocuente.

Aun con todo ese contenido espeso cifrado en su letra, el tema fue un éxito rotundo que empujó al disco a permanecer como número uno en ventas de los Estados Unidos durante ocho semanas y a despachar más de 40 millones de copias en todo el mundo. El carácter conceptual del disco de los Eagles que lo tenía como track de apertura fue un gancho para una audiencia que empezaba a demandar (o a acostumbrarse) a ese tipo de oferta. “En 1976 se celebraba el bicentenario de la independencia de los Estados Unidos. Nos pareció buena idea hacer un álbum conceptual que en lugar de tener vaqueros del Lejano Oeste pusiera en primer plano a un lugar (California) que funcionara como un microcosmos bastante representativo del país que nosotros veíamos. Pensábamos que había que decir que teníamos que cambiar ya mismo si queríamos estar mejor”.

Más allá del significado de “Hotel California”, hay una historia adicional en torno a la canción, relacionada con un plagio denunciado informalmente por Ian Anderson. El cantante de Jethro Tull nunca llevó la demanda a la justicia, pero sí se refirió públicamente a la cuestión en más de una oportunidad. Es indiscutible que “Hotel California” es muy parecida a “We Used To Know”, un gran tema de Stand Up, disco que Jethro Tull editó en 1969. “Salimos alguna vez de gira con los Eagles -contó Anderson hace unos años-, pero no conectamos demasiado con ellos porque hacían un rock rural americano relajado, prolijo y educadito, mientras que nosotros éramos unos ingleses medio chiflados que tocaban una música muy rara. Solo intercambiamos cumplidos en las pruebas de sonido, no hubo más comunicación que esa, pero no puedo dejar de pensar que, aunque sea de manera inconsciente, Henley tomó nuestra canción como modelo para la suya. Es la misma secuencia de acordes en un tiempo y una tonalidad diferentes. Es la misma canción con un ambiente levemente distinto, digamos. Es lo que yo pienso, pero suelo decir en broma que lo tomo como una especie de homenaje”.

Unos veinte años más tarde de la aparición de esa discusión amable que Anderson quiso entablar, pero que no generó ninguna respuesta concreta de los Eagles, los hermanos Coen apostarían por la gran versión “spanish remix” de los Gyspy Kings para darle color a El Gran Lebowski, una de sus películas más brillantes, que también escondía debajo de la fachada de la comedia fumona una crítica ácida a aquellos Estados Unidos de George Herbert Walker Bush y la Guerra del Golfo que seguramente ellos deseaban cambiar.

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