Kevin Carter: fotógrafo que mostró los horrores del mundo y no pudo vivir con ellos
SUDAFRICA, Yahoo/Noticias.- «Muchos lectores han preguntado sobre el destino de la niña. El fotógrafo informa que se recuperó lo suficiente como para reanudar su caminata después de que el buitre fue ahuyentado. No se sabe si llegó al centro», publicó el New York Times en una nota de editor atípica, el 30 de marzo de 1993. El motivo de esa explicación fue una foto del sudafricano Kevin Carter, publicada cuatro días antes.
La imagen de la niña sudanesa y el buitre generó tal nivel de indignación en cuanto a la ética profesional del fotoperiodista que buena parte del público ignoró el sentido de su cruda metáfora.
El niño -no una niña- de Ayod, Sudán, de nombre Kong Nyong, sobrevivió y se recuperó de esa hambruna gracias a la asistencia de un centro de comida de las Naciones Unidas (pero murió en el año 2007 de «fiebre»). Kevin Carter ya se encontraba de vuelta en Sudáfrica, de donde había huido por voluntad propia un año atrás, cuando le informaron que esa fotografía le había ganado el premio Pulitzer de 1994.
Greg Marinovich, Ken Oosterbroek, João Silva y Carter eran conocidos como el «Bang Bang Club». El periodista inglés John Carlin, quien también cubrió los eventos previos al fin del apartheid, los describió en una nota para el diario El País: «Hacían fotos espeluznantes y se exponían a peligros extraordinarios. Yo había llegado a Suráfrica en 1989 tras seis años cubriendo las guerras de Centroamérica. Vi pronto que daba mucho más miedo estar en 1992 en un lugar como Tokoza o Katlehong, a escasos kilómetros de Johannesburgo, que en 1986 en los frentes del oriente de El Salvador o el norte de Nicaragua. Porque en los lugares donde los negros, animados por los blancos, se masacraban podía pasar cualquier cosa en cualquier momento y en cualquier lugar. Con un Kaláshnikov, una lanza, un machete o una pistola».
Paradójicamente, la violencia había recrudecido en el país africano justo cuando el régimen segregacionista de los bóers daba señales de culminación. En los pobres townships -los asentamientos en donde los negros debían vivir, ubicados en la periferia de las ciudades de los blancos- los enfrentamientos ya ni siquiera eran tribales; por diferencias meramente ideológicas se mataban entre hermanos de la misma tribu.
Ambos partidos tenían sus candidatos presidenciales para presentar en unas eventuales e hipotéticas elecciones. Mientras tanto, recibían armas de sus socios estratégicos (en el caso del IFP, los sectores más reaccionarios del poder racista) y nutrían sus filas con los militantes más radicalizados de las mismas etnias bantúes.
Una escalada violenta tuvo lugar el 18 de abril de 1994 en Thokoza, a unos 30 minutos en auto de la ciudad de Johannesburgo. El inexperto Cuerpo de Paz sudafricano (NPKF) intercedió, intentando eliminar a un francotirador Inkatha, pero equivocó su objetivo. Nueve días antes de las primeras elecciones democráticas de Sudáfrica, fueron baleados Marinovich y Oosterbroek. Marinovich quedó gravemente herido. Oosterbroek cayó, rodeado de las cámaras de sus compañeros.
Carter quedó devastado por la experiencia. De su propia boca salieron las palabras que marcaron el pulso del resto de sus días: «debí haber sido yo». Su vida estaba descarriada entre la euforia y la depresión, las pocas horas de sueño, el consumo desmedido de sustancias, una angustia moral retrospectiva, y las imágenes de 1000 muertes que permanecerían, a pesar de que la guerra civil se acababa.
Terminó quitándosela el 24 de julio de 1994. Fue encontrado en su camioneta, estacionada en un descampado de Johannesburgo. Dejó atrás a sus padres, a sus hermanas y a una hija de seis años. Tenía 33 años.