Camarada Norah, la mujer más poderosa sanguinario grupo peruano Sendero Luminoso
LIMA, PERU, BBC News Mundo.- El cadáver de una mujer cubierto con una bandera roja, con bordados dorados de una hoz y un martillo, descansa rodeado de un grupo de personas en una habitación iluminada con velas rojas.
El cuerpo es el de Augusta La Torre, camarada Norah, la que había sido la segunda al mando del sanguinario grupo armado maoísta peruano de Sendero Luminoso (SL).
Uno de los que acompaña al cadáver de La Torre es su esposo, Abimael Guzmán, fundador de SL. Guzmán se inclina a besar la frente de su esposa muerta y le soba la cabeza con una mano.
El velorio ocurre en noviembre de 1988, momentos después de la muerte de La Torre, y los mismos senderistas registraron la escena en un video que la policía peruana incautó en 1991 mientras buscaba a la cúpula de la organización.
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El contenido de esa filmación fue casi lo único que las autoridades peruanas supieron sobre la muerte de La Torre. Nunca descubrieron las causas oficiales de su fallecimiento ni mucho menos encontraron su cuerpo.
Pero sí supieron que al momento de morir, La Torre llevaba alrededor de 10 años viviendo en la clandestinidad y que había dedicado casi toda su vida adulta a la organización de SL, donde fue un personaje clave en la “lucha armada” que desató la agrupación en Perú desde 1980 para tomar el poder.
La guerra entre el SL y el Estado peruano dejó cerca de 69.000 muertos y desaparecidos, según la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) de Perú.
El reporte final de la CVR estima que SL fue responsable de más de 31.000 de las muertes.
Las autoridades supieron también que en alguna etapa de su vida, La Torre había sido una adolescente inocente y alegre, aunque de convicciones firmes. ¿Cómo fue que tomó un camino tan sangriento?
Primer muerto de Sendero
Una vez que empezó la guerra, La Torre dirigió algunos de los primeros ataques armados en Ayacucho, en el sur de los Andes peruanos, y regiones cercanas.
Uno de estos atentados ocurrió en el fundo Ayzarca, donde varios combatientes mataron al dueño y le cortaron la lengua el 24 de diciembre de 1980. La operación fue el primer asesinato de SL.
La Torre estuvo al mando de la incursión, ya que no solo se encargaba del análisis político en SL. También “era la dirección práctica de Sendero”, mientras que Guzmán, su esposo, “era la parte teórica”, dice a BBC Mundo Mikael Wiström, director sueco de “Tempestad en los Andes”, documental que cuenta parte de la vida de La Torre.
¿Cómo alcanzó tal posición en la organización que desató el conflicto más violento del país?
Chica “inocente”
La Torre nació en Ayacucho, en el sur de los Andes peruanos, en 1945, en una familia hacendada, aunque su padre, Carlos La Torre, era militante del partido comunista de su región.
Algunos conocidos de La Torre y su familia la recuerdan como una joven sencilla, guapa, que hablaba quechua, idioma nativo de los Andes, y que se interesaba por los problemas y las carencias de los campesinos.
La Torre estudió en un colegio católico, en el que fue una alumna aplicada. Si una compañera se “olvidaba” de llevar alguna tarea, Augusta le prestaba la suya para que se copiara, cuentan el antropólogo Orin Starn, profesor de la Universidad de Duke, Estados Unidos, y Miguel La Serna, profesor de la Universidad de Carolina del Norte, en su libro “Sendero Luminoso: amor, locura y revolución en los Andes”.
Sus compañeras la recuerdan como “inocente”, pues no parecía muy preocupada por cosas como el maquillaje o los romances juveniles. Pero otros conocidos también la describen como “tajante”, “directa” y “frontal”.
La Torre “era juguetona y espontánea”, dice Wiström a BBC Mundo, características que “no contradicen que tuviera puntos de vista fuertes”.
En algún momento de su militancia en SL, La Torre adoptó el alias de “camarada Norah”, por Eleonora West, un personaje dispuesto a morir de la novela “La hora 25”, de Virgil Gheorghiu.
Una de sus amigas de la juventud dice que “conoció” a Augusta, pero no “a la mujer que se hacía llamar ‘camarada Norah'”, cuenta la periodista Robin Kirk en su libro “Grabado En Piedra: las mujeres de Sendero Luminoso”.
¿Se convirtió Augusta con el tiempo en una persona distinta?
“Si alguien iba a empezar una revolución, hubiera dicho que sería Augusta”
Abimael Guzmán, el futuro fundador de SL, se mudó de Arequipa a Ayacucho, la ciudad de La Torre, en 1962.
Para entonces, la joven ya estaba familiarizada con la doctrina comunista, gracias a su padre, Carlos La Torre, y con la idea de desatar una revolución para acabar con las desigualdades que desde mucho antes fracturaban a la sociedad peruana.
Guzmán llegó contratado como profesor de filosofía de la Universidad San Cristóbal de Huamanga -donde durante años se dedicaría a difundir sus ideas-, y primero conoció a Carlos La Torre.
El señor La Torre lo invitaba a su casa para debatir sobre comunismo, y en poco tiempo Guzmán se convirtió en un visitante habitual.
Fue así que La Torre y Guzmán se conocieron y, poco después, se comprometieron. Cuando ya eran novios, la todavía jovencita le dijo a un amigo ayacuchano que su prometido lideraría la revolución en el país.
Ambos se casaron en 1964, cuando La Torre todavía era menor de edad (la mayoría de edad se alcanzaba a los 21) y él ya estaba cerca de los 30.
Los padres de Augusta celebraron la boda -civil- en su casa. Solo asistieron dos o tres invitados, recuerda el fotógrafo de la ceremonia, Walter Alejos, en un testimonio publicado en el portal IDL-Reporteros.
Carlos Tapia, analista político que conoció a la pareja en aquella época en Ayacucho, cuenta a BBC Mundo que “cuando caminaban en la calle, Abimael caminaba delante de Augusta, no la agarraba de la mano”, porque “esa era la costumbre en la sierra peruana”.
Tampoco se besaban en público. Sin embargo, sus conocidos pensaban que se querían y llevaban una vida social activa.
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La Torre y Guzmán solían frecuentar a Luis Lumbreras, quien después se volvería un destacado arqueólogo en Perú, y a la esposa de éste. Augusta era “muy inteligente, muy cariñosa, una persona única”, dijo Lumbreras a Starn y La Serna.
El arqueólogo le contó a los autores que si en esa época le hubieran dicho que “uno de los dos iba a liderar una revolución”, él hubiera creído que iba a ser Augusta.
Viaje al “futuro”
Pero antes de desatar este levantamiento, ambos viajaron entre 1965 y 1967 a entrenarse a la China comunista, que ya se había alejado de la Unión Soviética a causa de la política de la coexistencia pacífica con los países capitalistas adoptada por Nikita Kruschev.
El distanciamiento entre la URRS y China había provocado un cisma entre los comunistas de Perú.
Los que se inclinaban por el bando chino y el maoísmo, como Guzmán y La Torre, rechazaban la vía pacífica al comunismo (postura que defendían los prosoviéticos) y creían que la transición debía ocurrir a través de la “guerra popular”.
Alrededor de la mitad de los comunistas peruanos se alinearon en la facción prochina. “Perú fue el único país en América Latina donde la escisión maoísta fue importante”, dice el informe final de la CVR.
En ese terreno de divisiones, Guzmán fue primero solo a China y en un segundo viaje, ya en plena revolución cultural de Mao Zedong, viajó junto a La Torre.
Ambos viajaron para entrenarse “con veteranos de la Larga Marcha [de Mao]” y aprender “tácticas para emboscadas, asaltos, movimientos de columnas y preparación de dispositivos para demolición”, cuenta la periodista Kirk en su libro.
Cuando volvieron a Perú, ambos habían reafirmado sus creencias maoístas: la guerra para implantar el comunismo debía desatarse primero en el campo, o desde el campo, y luego desbordarse a las ciudades.
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El analista Carlos Tapia cuenta en el documental “Tempestad en los Andes” cómo cambiaron La Torre y Guzmán cuando volvieron de China.
“Habían sufrido una transformación, hablaban de la revolución cultural, de que había que cambiar la manera de pensar, que se podía cambiar la manera de pensar de la otra persona”, relata Tapia.
El documental cuenta que en China ambos “creían que habían visto el futuro”.
La “evangelista”
No sabían que años después, tras la muerte de Mao, el maoísmo iría quedando en el pasado. Al volver de China, La Torre y Guzmán se dedicaron a organizar las bases de SL, primero en Lima y luego en Ayacucho, ya a inicios de los años 70.
La Torre organizaba “comités barriales, grupos de mujeres y asociaciones de vendedores ambulantes”, cuentan Starn y La Serna. También reclutaba gente “entre porteros, vendedores ambulantes de ropa, comida y campesinos” que iban al mercado de Ayacucho a hacer sus compras, y repartía volantes sobre sus actividades políticas.
Además de su simpatía y sus habilidades interpersonales, al haber nacido en Ayacucho, La Torre tenía las ventajas de conocer a la gente y sus costumbres, y de poder hablarles en quechua.
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La Torre también viajaba a otras ciudades y zonas rurales de los Andes peruanos Perú para predicar sus ideas sobre la “revolución armada”.
“(Guzmán) Nunca estuvo en contacto directo con los campesinos, a Augusta le gustaba estar en el campo”, dijo Wiström a BBC Mundo.
Pero era tan “dogmática” que una vez, unos mineros en los Andes centrales la llamaron la “evangelista”, detallan Starn y La Serna. “Augusta todavía era dulce y amigable, sin embargo, ya no era una colegiala inocente. Se había convertido en una líder”.
“La mitad del cielo”
Como tal, uno de sus papeles más notorios lo ejerció en el Movimiento Femenino Popular (MFP), un organismo “generado” por Sendero Luminoso en el “proletariado”, tal vez el más importante de los que el grupo creó durante la preparación de la lucha armada.
El MFP servía para reclutar mujeres de distintos grupos sociales -barrios, universidades, comerciantes, pero sobre todo, campesinas- para adoctrinarlas en marxismo y maoísmo, y participar en protestas.
El MFP y SL despreciaban el “feminismo burgués” y subordinaban la lucha por la emancipación de la mujer o la ponían por detrás de la revolución del proletariado, de la lucha de clases.
Creían que la opresión contra la mujer se acabaría solo una vez que cayera el capitalismo.
No todas las miembros del MFP se unieron a SL en la lucha armada, pero un tercio de los senderistas que participaron en los actos armados sí provino del MFP, detalla Anouk Guiné, investigadora de la Universidad de Le Havre, Francia, en su artículo “Encrucijada de guerra en mujeres peruanas: Augusta La Torre y el Movimiento Femenino Popular”.
SL fue “el primer movimiento guerrillero latinoamericano en atraer a tantas mujeres”, según Starn y La Serna.
Una de las muchas razones que explican tal convocatoria es que el SL seguía el discurso de Mao de que “las mujeres sostienen la mitad del cielo” y de Lenin de que no podía haber revolución sin mujeres.
“Sendero otorgó un importante papel a las mujeres. Integraron su dirección, su cuadro orgánico, aparato armado y estuvieron listas para todas las funciones. Hasta donde se sabe, fue un trabajo consciente de Augusta La Torre”, dice Antonio Zapata en su libro “La guerra senderista: hablan los enemigos”.
Sin embargo, Josefin Ekermann, sobrina de Augusta La Torre que falleció en 2019, observa una paradoja que dejó por escrito en una investigación universitaria sobre “La participación femenina en SL”:
La vía para que las mujeres alcanzaran la igualdad, según SL, estaba condicionada a la ideología de un hombre: el ‘pensamiento Gonzalo'”, o las ideas maoístas de Guzmán, que se hacía llamar “presidente Gonzalo”.
Retiro a la clandestinidad
Una de las razones del apelativo era que “Gonzalo” quería ejercer el mando no solo en Sendero, sino en todo el país, así que siguió preparando la lucha armada.
Hacia finales de los años 70, Guzmán y La Torre volvieron a Lima y se retiraron a la clandestinidad.
Desde la capital dirigirían y articularían la estrategia de la guerra en el campo. Ya casi nadie los veía en reuniones públicas.
Un poco antes, en 1978, Guzmán creó el Comité Permanente de SL, que estaría al mando del grupo, y en el que Guzmán ocupó el primer lugar.
La Torre ocupó el segundo lugar. Desde esta posición se le atribuye también la creación de la frase “pensamiento Gonzalo” y la construcción del culto a la personalidad de Guzmán, que se autodenominaba la “cuarta espada del marxismo”, después de Marx, Lenin y Mao.
Elena Iparraguirre, que se había acercado a la organización alrededor de 1973 por medio de La Torre, asumió el tercer puesto. Iparraguirre reemplazaría a La Torre después de su misteriosa muerte y su presencia también fue clave para desatar la lucha armada.
Misteriosa muerte
Los tres miembros del Comité Permanente dieron la orden del “inicio de la lucha armada” en mayo de 1980 y dictaron las estrategias que resultaron en la ejecución de atentados posteriores.
Como parte de esta guerra, entre 1985 y 1988 Sendero Luminoso había realizado más de 2.000 acciones armadas por año, entre atentados con explosivos, asesinatos selectivos y otros delitos. Solo en 1988 realizó 2.802, según el Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo Desco en su libro “Violencia política en el Perú”.
En medio de la violencia generalizada en el país, el Comité Permanente convocó el primer congreso de Sendero Luminoso, que empezó en 1988 y se extendió hasta 1989.
La Torre murió entre las sesiones de este congreso, en circunstancias que hasta hoy quedan sin esclarecer.
BBC Mundo intentó contactar a los hermanos de La Torre, que se exiliaron en Suecia junto a sus padres a inicios de los 80, y a miembros de Sendero Luminoso, pero no obtuvo respuesta.
Los medios y la policía especularon con que La Torre había sido asesinada por “razones sentimentales”, dice Antonio Zapata, por un supuesto triángulo amoroso entre La Torre, Iparraguirre y Guzmán.
Pero Iparraguirre y Guzmán siempre lo negaron “rotundamente” y mantuvieron la versión de que La Torre había fallecido a causa de un problema al corazón. Si bien ambos se presentaron como pareja meses después, no había pruebas de que hubieran mantenido un romance mientras La Torre estuvo viva.
Las palabras de Guzmán en el video en el que él y otros miembros de la cúpula velan su cadáver llevan a autores como Starn y La Serna y también a Zapata a considerar la teoría de que La Torre se habría suicidado.
“Capaz de aniquilar su propia vida para no levantar la mano contra el Partido… En la lamentable confusión de su soledad nerviosa, prefirió autoaniquilarse, extinguirse”, dice Guzmán en la grabación, de pie al lado de su esposa muerta.
Aparentes contradicciones
La desaparición de La Torre dejó más dudas que respuestas y la imagen de un personaje lleno de aparentes paradojas.
En el documental “Tempestad en los Andes”, Josephine Ekermann, sobrina de La Torre, describe a su tía como “un personaje con dos personalidades, una persona muy suave y una persona muy fuerte con la política”.
La joven se pregunta por qué su tía, “una persona lógica, inteligente, bonita, se alió con esta organización que cometió errores muy grandes”.
SL perpetró “gravísimos crímenes que constituyen delitos de lesa humanidad”, concluye el informe de la CVR, y el conflicto que desató en 1980 “fue el más violento de la historia” de Perú desde su independencia.
Pero Starn no cree “que haya habido contradicción entre el hecho de que La Torre se preocupe por la gente y de que peleara esta revolución”, según dice el autor a BBC Mundo, “porque para ella, pelear la guerra comunista y llevar el paraíso comunista a Perú era algo bueno”.
Otra de las preguntas que resulta inevitable plantearse es si Guzmán, su esposo, hubiera desatado esta guerra sin ella, o incluso sin Elena Iparraguirre.
Carlos Valdez, periodista ayacuchano que conoció a La Torre y a Guzmán en los años 60, cree que “Augusta fue la persona clave” en SL.
“Sin ella, Abimael solo habría sido un teórico. Era una mujer con carisma, lo que se necesitaba para convencer a la gente. Y tenía dos cosas fundamentales que Guzmán no: sabía quechua y conocía la identidad local”, dijo Valdez a Starn y La Serna.
En realidad es imposible saber qué hubiera pasado con Sendero sin La Torre, al igual que ahora parece imposible conocer las causas de la desaparición de la camarada Norah.
Tal vez solo Iparraguirre y Guzmán, capturados en 1992 y que hoy cumplen cadena perpetua en Perú, sepan qué pasó realmente. Pero todo indica que también piensan llevarse esa verdad a la tumba.