Luisín Mejía del discurso olímpico al mutismo
POR LUIS CIPRIAN
SANTO DOMINGO, RD.- Desde diciembre de 2022, el Comité Olímpico Dominicano (COD) atraviesa uno de los períodos más turbulentos de su historia reciente. Las elecciones de ese mes marcaron un antes y un después, no por el cambio natural de autoridades, sino por la forma en que fueron alcanzadas dichas posiciones.
Para nadie es un secreto que ese proceso estuvo rodeado de irregularidades, acuerdos de pasillo y sobre todo el factor económico dijo presente para desnaturalizar el espíritu democrático que debe prevalecer en el movimiento olímpico, pero entendieron que era la única manera en que podían sentar en el ejecutivo a Garibaldy Bautista y Luis Chanlatte
El resultado ha sido un COD dividido, debilitado y, lo más grave, sumido en un marasmo que golpea de frente a las federaciones deportivas y, en consecuencia, a los atletas dominicanos.
En lugar de consolidar la unidad del deporte nacional, la gestión surgida de esa elección se ha dedicado a perseguir a las federaciones que osaron no apoyar al bloque oficialista. Las represalias, exclusiones y limitaciones hacia estas entidades son hechos de conocimiento público, y constituyen un atropello que contradice los valores de solidaridad, respeto y juego limpio que la Carta Olímpica proclama.
Ante esta realidad, la pregunta es inevitable: ¿dónde está Luisín Mejía? El dirigente que durante años se erigió como la voz autorizada del olimpismo dominicano, el hombre que suele citar los postulados del COI y hablar de transparencia y equidad, parece hoy refugiado en un silencio ensordecedor. Su ausencia frente a los atropellos de quienes él impulsó para llegar al COD, lo coloca en una posición incómoda.
Es inconcebible que un miembro del COI, institución que defiende con vehemencia la autonomía y el respeto, guarde silencio cuando en su propio país se pisotean esos principios. Ser sordo, ciego y mudo ante la persecución de federaciones no solo es una contradicción ética, sino también una renuncia a los deberes morales de su cargo internacional.
Los federados, que son los verdaderos responsables de formar y sostener a los atletas, no pueden ser tratados como enemigos por el simple hecho de disentir. Esa práctica autoritaria no solo erosiona la credibilidad del COD, sino que también atenta contra el desarrollo del deporte dominicano, que necesita unidad y colaboración en lugar de imposiciones y castigos.
Es hora de que Luisín Mejía asuma responsabilidad y fije postura. No basta con aparecer en escenarios internacionales representando al país mientras en su propia casa el movimiento olímpico se tambalea por falta de dirección y exceso de politiquería. Callar, en este caso, no es prudencia: es omisión.
El olimpismo dominicano clama por coherencia y liderazgo. El silencio de quienes pueden influir para enderezar el rumbo no es neutralidad y cada día que pasa sin una rectificación, la herida se profundiza, poniendo en riesgo el presente y el futuro del deporte nacional.






